lunes, 31 de enero de 2011

Amores imaginarios

Te invitan a una fiesta. Nada extravagante, una reunión de no más de diez personas en el piso de una amiga. Conoces a la mitad, tienes confianza con la mitad de la mitad. Todavía queda gente por llegar y ya estás nervioso. No saber quién viene te inquieta. Esperando silenciar tus complejos te sirves la primera copa. Funciona. Te sientes más animado, menos cohibido. Estás charlando con tu mejor amiga, que también ha venido, y tres copas más tarde te encuentras partiéndote de risa con uno de los desconocidos a los que no hace mucho temías conocer. Es un chico muy divertido, y guapo. Y no puedes dejar de mirarle. A los ojos. Estos también sonríen. Tiene unas manos perfectas. Es una fijación que tienes, las manos. Dedos proporcionados, nudillos fuertes sin alcanzar la violencia, uñas cuidadas. Te fijas en sus gestos y los grabas en tu memoria, esperando que dicha información sobreviva a la resaca. Conectáis. Los demás no se acuerdan de vosotros, y vosotros no os acordáis de los demás. Él te da fuego, tú le ofreces tu copa. Habláis, y habláis. Y reís. Os gustan las mismas cosas. Os gustáis. Al menos eso crees. Es el chico perfecto, y es hetero.

sábado, 22 de enero de 2011

De horóscopos y relaciones estrelladas

Algunas personas son unas ratas. Sobre todo las que conoces a través de una web de contactos, con las que mantienes una sola conversación tras la que te insisten hasta conseguir quedar contigo en persona; te las llevas a la cama, porque sí, porque te atraen y porque te preocupa olvidar la diferencia entre tu mano y la de los demás; pasas con ellas una semana que, a falta de una palabra más precisa, consideras genial; llega el primer día sin recibir una sola llamada, tampoco un sms, ni siquiera un maldito mensaje en Facebook, y te preocupas, aunque nunca lo reconocerías; después el segundo y el tercero, y no te queda más remedio que comportarte como un acosador, porque te mereces una explicación, aunque ya imagines lo que pasa, que tonto no eres, a pesar de saber que no te va a gustar. Te la mereces y no te la dan. Te quedas sin ella, porque esas personas, las ratas, que ya son tus ex ratas, no saben de honestidad, ni de respeto. Sí, algunas personas son unas ratas. Él, una de ellas. No lo digo yo, lo dice el horóscopo chino. Podría haber consultado el horóscopo tradicional, pero según éste, aquel al que me refiero como “Él” sería un libra, la balanza de la justicia, nada menos. En cuestiones espirituales, los orientales siempre han ido un paso por delante.

jueves, 13 de enero de 2011

Cruising y otros anglicismos

Quien crea que lo ha visto todo en este mundo, se equivoca. No hay más que salir de casa para darse cuenta de que bajo cualquier calle se esconde una cloaca.

El viernes pasado un amigo y yo decidimos que no saldríamos de fiesta, no era esa clase de noche. Yo estaba cansado después de pasarme el día en la biblioteca; él, por su parte, simplemente no estaba de humor.

La programación de la tele era tan pésima que ni siquiera servía para dejar la mente en blanco, y no tardamos en aburrirnos. Empezamos a hablar de trivialidades hasta que, en algún momento, pasamos a temas personales. Amor y sexo, y la falta de ambos; a qué se debía aquella carencia. Declaramos culpable a “la gente”. Así, en general. La gente se había vuelto extremista. Los que no querían encontrar el amor desesperadamente, rechazando cualquier cosa que se saliese de su modelo de pareja ideal, sólo buscaban sexo, nada más, resistiéndose a ir más allá. Sentenciamos a los de la segunda categoría, por el simple hecho de que nosotros pertenecíamos a la primera y, por tanto, los malos eran los otros.

Se le da al sexo demasiada importancia. Todos lo hacemos. Unos lo consideran la expresión suprema del amor entre dos personas, para otros es el pecado original; quien no lo menosprecia, lo convierte en el eje fundamental de su vida. Buscamos ejemplos conocidos: algún ex idealista, algún ex promiscuo; los curas, los puteros.

Los tipos de amor no tienen nombre propio: amor de padre, amor de hermanos, amor de amigos; la palabra “amor” siempre está presente. En el sexo es diferente; sus diversas variantes reciben nombres que, en principio, nada tienen que ver con el sexo: griego, cuchara, misionero, helicóptero, petting, dogging, glory hole, blow job. Surgió la palabra cruising y, junto a ésta, una idea.

Nos subimos al coche de mi amigo y acabamos dando vueltas por el campus universitario. La iluminación era bastante precaria. Era noche cerrada y las farolas escaseaban.

Enseguida notamos movimiento en los que debían ser los puntos clave, los callejones entre una facultad y otra, las gradas del campo de fútbol y el parque central.

Me dio la sensación de encontrarme en una especie de safari, del tipo más sórdido que uno se pueda imaginar. Confundidos por la oscuridad y mi imaginación, había animales que, escondidos entre arbustos y los demás coches, parecían moverse a cuatro patas en compañía de otros más altos, y en ambos casos, de donde ellos estaban llegaban extraños sonidos que el cristal de las ventanillas amortiguó antes de que llegaran íntegros a nuestros oídos.

Una sensación de asco no tardó en atravesarme, intentando imponerse sobre mi fascinación. Evidentemente, no lo consiguió. Nada es tan fuerte como la curiosidad humana, el morbo; salvo, quizás, el orgullo. Pero ese es otro tema.

La lluvia no tardó en caer con toda su fuerza para limpiar los alrededores de aquella fauna urbana, espantando a los pocos especímenes que llegamos a encontrar a nuestro paso.

El campus volvía a estar en calma. Mientras, nosotros seguíamos inquietos.


martes, 4 de enero de 2011

La Prohibición

No hay nadie que se quede en casa, a pocos días de la noche de Reyes; todo el mundo está en la calle. Así haga un sol abrasador o llueva a cántaros. El de hoy es un término medio, lo que permite a aquellos que lo deseen justificar la elección de sentarse en la terraza de una cafetería, en lugar de buscar sitio en su interior, donde no son bien recibidos. Ni ellos ni lo que se quema entre sus labios.

Había espacios habilitados, para no molestar a aquellos que no deseasen perderse en ese aroma tostado de sobra conocido, cada vez menos relacionado con la planta de la que procede; pero la separación ya no era suficiente. Los políticos, hipócritas profesionales, llevaban demasiado tiempo necesitando una nueva distracción que desviase las miradas de su negligente mandato. Finalmente, en los ceniceros de casas y cafés encontraron su salvación. "No necesitamos crear una cortina de humo, se dijeron los unos a los otros con perverso entusiasmo. Sólo tenemos que quitarle al pueblo la cortina de humo que ellos mismos fabrican."

Así fue, nos quitaron los malos humos, valga el gastado doble sentido. Nos los quitaron sin la menor contemplación, y no hay nada que moleste más a la gente que se les arrebaten sus vicios más insanos.

No es más que el principio, pero está siendo equiparable al más intenso de los finales.

Hay rechazo, y también resistencia; sería ingenuo suponer lo contrario. Hay chicos, en más de una cafetería universitaria, que se empeñan en desayunar sus apuntes con un café y su dosis de nicotina, y lo seguirán haciendo mientras nadie les llame la atención; algún que otro bar de copas hace caso omiso de la nueva situación, y no tardarán en ser el escenario de una comedia ya vista antes, con la pareja de policías entrando de paisanos en busca de infractores.

Por supuesto, también los hay que gustan de nadar en favor de la corriente; éstos se han autoproclamado agentes del orden, increpando a los insumisos y amonestando a los descuidados con encendidas reprimendas.

Los tiempos cambian. Se acabaron las conversaciones con mal sabor de boca, temblad fabricantes de chicle y mentolados, los besos ya no os necesitarán de ahora en adelante; adiós a la femme fatale en el siglo XXI, al detective de mirada nublada; despidámonos de la amarga bocanada tras una discusión de pareja en el parque, tras un buen trago de licor café entre amigos.

Los tiempos cambian, pues la década de 2010 ha traido consigo un viejo enemigo.

Es la Prohibición.