martes, 22 de julio de 2008

Encantado de conectarte

La era de las telecomunicaciones se ha hecho camino en todos los ámbitos de la vida diaria y de la sociedad. Ahora las neveras -antiguos receptores de alimentos- llevan un televisor incorporado en su puerta, espacio usualmente ocupado por dibujos infantiles y pequeños imanes que agarraban la lista de la compra; cada vez es más difícil fingir interés en una conversación telefónica porque la persona con la que hablas puede descubrir tu expresión de desinterés a través de la videollamada y los niños, aunque siguen jugando al fútbol, lo hacen en el salón de sus casas cómodamente sentados delante del televisor con el mando de la videoconsola entre sus manos.
Este cambio impulsado por el avance de la tecnología durante la última década ha traído consigo el enfriamiento de las relaciones personales, hecho comprensible si pensamos en la naturaleza perezosa del ser humano. Es muy simple, si nos acostumbramos a algo nuevo y posteriormente dejamos de tenerlo a nuestra disposición nos sentimos perdidos, aunque antes de poseerlo éste no nos hiciera falta.
Lo mismo pasa con la nueva forma de conocer gente.
Hace apenas unos años, si querías conocer a alguien especial o simplemente buscabas sexo esporádico debías elegir un atuendo tan sofisticado como provocativo después de darte una ducha y todo para pasar por el mal trago de la incertidumbre ante la posibilidad de ser rechazado una vez hayas llegado al local de moda y te hayas sentado en la barra para pedir una copa con la que perder los nervios iniciales mientras esperas a que llegue la persona en cuestión.
Hoy en día todo eso ha cambiado. La inmensa mayoría de personas en busca de su próxima relación del tipo que sea no tiene más que sentarse delante de su ordenador y conectarse a un canal de chat a través de Internet, que es precisamente el nombre del nuevo local de moda.
Internet es algo así como un dios del tercer milenio. Está en todas partes, es conocedor de todos los saberes y su omnipotencia resulta proverbial. Incluso es probable quesupere al propio dios. Al fin y al cabo, a diferencia del mayor voyeur de todos los tiempos Internet ofrece a sus fieles un servicio ajeno a todo sentimiento de culpa propio de otros cultos y no incorpora más jerarquía sacerdotal que la de la compañía telefónica, cuya única exigencia es cumplir con el conveniente pago mensual por los servicios prestados.
Una vez has entrado en tu chat favorito puedes esperar a que alguien te escoja de entre la lista de conectados, que sería algo así como la barra donde los rezagados esperan a que alguien se fije en ellos, o puedes tomar la iniciativa e iniciar una conversación privada con alguien sin molestarte en invitarle a un trago.
Así fue como yo mismo empecé la relación más duradera de toda mi vida, escogiendo de la lista de conectados un nombre, en lugar de un hombre.
Por lo que sabía podía ser un psicópata, un pervertido o, incluso peor, mi último novio que, en realidad, reunía todos los adjetivos citados pero decidí probar suerte y, afortunadamente, acerté en la elección.
Aunque suene mal que yo lo diga, un chat para gays es mucho peor que uno orientado a personas heterosexuales. Y defiendo dicha teoría alegando que la mayoría de los que iniciaron conmigo una conversación privada lo primero que escribieron fueron frases del tipo «¿la tienes grande?», «quiero follar» o «si la tienes grande quiero follar.»
Como iba diciendo, empecé a hablar con GUAPETE21 y seguí haciéndolo durante un prolongado periodo, forjando un sentimiento de comodidad entre ambos consolidado con el tiempo. Sin darme cuenta dejé de chatear con un nick y empecé a conocer a Nico.
Entonces empecé a pensar acerca de lo que éramos o lo que yo mismo quería que fuésemos. Podría quedar con él para que lo nuestro pasase al siguiente nivel o dejar que las cosas se mantuviesen como estaban.
Me preocupaba que si nos llegásemos a conocer me arriesgaría a perder algo genial con una persona estupenda simplemente por querer más de lo que tal vez podía pedirle a esta clase de relación. Y fue ahí cuando me di cuenta de la clave en esta cuestión.
No me sentía bien porque tenía una relación que marchaba de maravilla, sino que me sentía cómodo porque no estaba obligado a enfrentarme a la dura prueba de ser juzgado físicamente.
Esa es la razón última de que este modo de relacionarnos haya funcionado de forma tan rápida, porque ni siquiera el más atractivo físicamente se siente seguro en ese campo cuando quiere gustar a alguien, siempre tenemos algo que desearíamos eliminar, cambiar o aumentar y eso es algo por lo que Internet no restringe su admisión.
La persona con la que chateamos no nos ve y, por tanto, siente interés por lo que estamos diciendo en lugar de ocupar el tiempo pensando en lo gordo que estás, las cejas demasiado pobladas o tu falta de volumen pectoral. De modo que, a cierto nivel, guardamos la esperanza de que después de superar la primera cita satisfactoriamente podamos prorrogar el problema de la atracción física para cuando la otra persona ya se sienta atraída por uno.
Viviendo en una sociedad donde la imagen resulta fundamental para lograr la realización personal era cuestión de tiempo que apareciera un medio para intentar encontrar el amor sin la necesidad de preparar el envoltorio tanto como el interior del paquete.
La soledad es el cáncer de nuestra era y lo peor de todo es que lo alimentamos sin darnos cuenta siquiera. Antes estábamos dispuestos a curarnos de dicho mal cultivando nuestra capacidad para socializar. Ahora nos hemos vuelto tan vagos que ni siquiera nos planteamos darle nuestro número de teléfono a alguien que nos gusta en el mismo momento de verlo.
Y, a pesar de todo, no nos damos cuenta de lo desesperados que estamos. Pero, ¿estamos tan desesperados por conseguir pareja que no nos importa buscarla en un lugar ocupado en su 99% por pornografía?
Dejo la pregunta en el aire ya que me dispongo a pegarme una buena ducha para después ponerme la ropa que mejor me siente y salir con mis amigos de juerga hasta que encuentre un hombre interesante apoyado en una barra al que pueda acercarme. Después de todo, puede que él se sienta tan intimidado por el contacto físico como lo estamos todos los demás cuando no hay una pantalla de plasma entre nosotros.Y esto será lo mejor que habré hecho en toda la semana, tirar mis complejos a la papelera de reciclaje.