viernes, 27 de mayo de 2011
Amigos
jueves, 19 de mayo de 2011
Yonki de farmacia
jueves, 5 de mayo de 2011
Instituteces
Hoy he presenciado una pelea entre dos compañeros de clase. Uno le echaba en cara al otro que no le hubiese dejado fotocopiar sus apuntes. No quedándose ahí la cosa, el cruce de acusaciones derivó en violencia física. Que nadie piense en dos machotes, puños de acero y narices sanguinolentas; eran más bien dos niñatos pegándole al aire, por miedo a acercarse demasiado y hacerse daño de verdad. El incidente terminó gracias a la novia de uno de ellos, en quien se ocultaba la verdadera causa de la pelea.
Esto me ha hecho darme cuenta de que, en realidad, nunca abandonamos el instituto. Es como si, a lo largo de la vida, nos dedicásemos a salir de uno para entrar en otro, sin llegar nunca a terminar esa etapa que no se expone a términos medios: el tiempo la idealiza como la mejor de las experiencias o la exagera hasta convertirla en una pesadilla.
Yo nunca he sido un estudiante modelo, pero la expectativa de pasar un año más del necesario en aquel lugar tan frío como un hospital y hostil como una prisión era más de lo que habría podido soportar, así que me las apañé para cumplir las expectativas que todo padre tiene sobre sus hijos y me gradué cuando tenía que hacerlo. El día que tuve en mis manos las notas finales –mi pasaporte a la siguiente parada- fue uno de los más felices de mi vida. Sentí en mi corazón la libertad que ahora sé –también en mi corazón- que nunca llegamos a tener. Podemos acercarnos, la podemos presentir, pero nunca poseer. La libertad, la mayor paradoja de todas.
Incluso la independencia que creemos alcanzar viviendo fuera de casa es irreal. Es verdad que poseemos más libertad de acción, que padre y madre no están lo suficientemente cerca para aplicar su autoridad. Pero mientras vivamos de nuestros padres poco importa que no vivamos con ellos. Seguimos atados; lo seguiremos estando hasta que podamos vivir de nosotros mismos y, tal y como están las cosas en el mundo, eso es algo que resulta cada vez más complicado.
La vida entera es un instituto, uno cuyo final definitivo no hace feliz a nadie.