sábado, 31 de marzo de 2007

Buscar y encontrar



Hace tan sólo pocas horas he terminado de leer la nueva novela de Paulo Coelho, La Bruja de Portobello, cuyo argumento gira en torno a la vida de una mujer que, a pesar de tenerlo todo no se sentía feliz y, aún a riesgo de poner en jaque todo aquello que daba sentido a su existencia, decidió arriesgarse y comenzar una búsqueda interior que bien podría haber destruido los cimientos de su estabilidad física y emocional, así como de aquellos que formaban parte de su vida.
Me conmovió la determinación de esta mujer que prefería arruinar su vida antes que morir sintiéndose tan miserable como lo estaba siendo antes de descubrirse a sí misma. Ella recorrió el mundo en busca de respuestas, atravesó tantos caminos como diferentes lo eran entre ellos y finalmente encontró lo que buscaba, una definición de sí misma, del mundo.
El autor no utilizó el recurso de la tercera persona para narrar los hechos sino que estructuró la historia en los diferentes puntos de vista de las personas que formaban parte de la vida de esta mujer, la protagonista del relato. Gracias a este inteligente recurso podemos ver los hechos desde las perspectivas de los diversos personajes que entran y salen de la narración, haciéndose en el lector una idea más completa de la persona de la que se habla.
La búsqueda personal de la protagonista de esta novela no es más que una entre tantas y fascinantes historias de liberación interior que podemos encontrar en estos tiempos convulsos. Todos creemos que sabemos lo que queremos y hacemos lo posible por conseguirlo a lo largo de los años. Ir a la universidad, conseguir un empleo bien remunerado, casarnos y formar una familia. Tal vez lo que en realidad hacemos es construir el proyecto que creemos que es más satisfactorio para todos o, quizás, aquello que consideramos correcto y por tanto adecuado para nosotros.
Pero la verdad es que muchos no sabemos lo que queremos, incluso cuando estamos siguiendo el camino que nos hemos propuesto seguir mecánicamente. Estudiamos una carrera que entendemos como práctica, pero lo cierto es que tal vez nos gustaría embarcarnos en una aventura con gente desconocida y no lo hacemos porque creemos que no nos conducirá a nada, o nada bueno en realidad. Sin embargo, llegamos a la mitad de nuestra vida, un día cualquiera, nos miramos al espejo como cada mañana y nos damos cuenta de que no reconocemos a la persona que vemos, o no queremos creer que ese individuo cabizbajo sea uno mismo. Entonces echamos la vista atrás y recordamos aquel camino que no tomamos basándonos en un pragmatismo malentendido. Lloramos en silencio porque hemos perdido gran parte de nuestra vida y no hemos conseguido nada. No somos quien queríamos ser.
Pero yo pienso que nunca es tarde. Nunca se nos dejan de presentar oportunidades, nunca dejan de abrirse nuevos caminos, cada uno más oscuro que el anterior, pero que nos transmite más esperanza que aquel que está lleno de iluminación. Porque de aquello que vemos con claridad ya no podemos aprender nada nuevo, todo está a la vista de todos. Debemos aprender a ser nosotros los que encienden las luces, los que aprenden a encenderlas.
Yo animo a todo aquel que lea estas lineas a ser más valiente, a escucharse a sí mismo y a nadie más y a correr riesgos, porque ahí radica el secreto de la felicidad. Todos lo sabemos, el que no arriesga no gana.