miércoles, 16 de junio de 2010

El "pijindie"

Os presento a la última consecuencia de la cultura de masas: el “pijindie”.
Híbrido del clásico pijo y el moderno indie, esta nueva subespecie del árbol genealógico del homo adultescente nace en el seno de familias acomodadas, al menos lo suficiente para permitirse el estilo de vida correspondiente a su condición, porque no hay nada más caro que parecer cutre sin serlo. Como mitad pijos que son, viven esclavizados por las tendencias -trends, para hablar en su dialecto-, y lo “cutre” es tendencia.
Perdón, trendy.
Y es que nuestro amigo el pijo indie –o indie pijo- es fácilmente identificable por un estilo que podría parecer descuidado, bajo el que se oculta un milimetrado proceso de selección donde prima su eufemismo favorito: lo vintage. Viejas modas que vuelven a gustar.
Es fácil hacer un estudio de la conducta del pijindie, porque él mismo se encarga de documentarlo con fotografías y ponerlo a disposición del mundo a través de su Facebook profile. Pasar los días de sol en algún parque, leyendo y/o posando disimuladamente para el miembro del grupo que lleve la cámara; pasear por la ciudad oculto bajo sus Ray-Ban Wayfirer, descontextualizado del resto de la sociedad. En cuanto a los locales que frecuenta las noches de fiesta, sigue una máxima inviolable: “si no es un antro, ni entro."
Sus gustos son tan variados como su propia naturaleza mestiza. Los pijindies están por encima de toda definición estandarizada acorde a una label. Son eclécticos, versátiles. Cosmopolitas aunque no hayan salido de su pueblo. Ni falta que hace, está Internet.
En su ipod, que es como la lanza para el homo erectus, encontrarás música de grupos disueltos antes de haberse hecho realmente famosos, y si pasas al siguiente track tal vez te sorprenda algún clásico de Disney o el theme de alguna serie de los ochenta.
El cine sólo tiene un cineasta vivo que merezca la pena mencionar: Woody Allen. En cuanto a literatura, probablemente hayan leído “Brooklyn Follies” de Paul Auster, porque dicha ciudad es el Israel del pijindie, su tierra prometida. Tan cutre como cara.
El pijindie anida en grupos de tres o más, en apartamentos cuyas paredes empapela con posters de películas rodadas antes de su nacimiento –las haya visto o no-, carteles de festivales de música y collages de fotografías individuales y de la manada al completo, testimonio de sus años de juventud postmoderna. Estos pisos no son más que una prefiguración de sus viviendas futuras de ensueño: diáfanos lofts en edificios reformados de algún barrio que un día fue marginal.
El pijindie tiene muy claro lo que es, lo que quiere, y le da exactamente igual si no gusta. De hecho, lo prefiere, porque está tan seguro de sí mismo que disfruta como nadie recibiendo una crítica destructiva.
Me declaro fan del pijindie. Su existencia misma es la constatación de que ya nadie tiene porqué ser completamente blanco o completamente negro. El deportista puede disfrutar leyendo, el empollón tal vez se divierta bailando. El pintor puede escribir y el escritor pintar. Podemos ser lo que queramos ser, cuando queramos serlo. Más allá de sus esnobismos y frivolidades, el pijindie decide cada detalle de su personalidad, sea o no acorde a lo que se considera normal, y eso es algo digno de admiración.
Creo que, en el fondo, todos somos un poco pijindie. En realidad, todos somos un poco todo.
O deberíamos serlo.

sábado, 12 de junio de 2010

Des-Carrie-ados

El otro día fue noche de cine: Sexo en Nueva York 2. En cuanto Saínza y yo llegamos y echamos un vistazo a nuestro alrededor, comprendimos que la gran mayoría estaba allí para la misma película que nosotros. Grupos de chicas en su mayoría, pero también parejas formadas por una chica y su sustituto del hombre perfecto. Es decir, su amigo mariquita. Saínza y yo nos miramos, aceptando el hecho de que, aquella noche, éramos un cliché que podía elevarse a la categoría de clásico.
Siempre me ha gustado Sexo en Nueva York. La serie. Las historias donde el peso del argumento recae sobre varios personajes son mis favoritas. En este caso, se trata de cuatro mujeres que, a pesar de ser muy distintas y tener estilos de vida bastante diferentes, están unidas por un estrecho lazo de amistad que las ha mantenido unidas durante años. Su éxito se debió a su frescura, a la naturalidad con que hablaba de temas que nadie más tocaba en aquel momento. Cuatro mujeres hablando de sexo sin tapujos. Cuatro mujeres independientes, profesionales, libres. La moda es un elemento que fue ganando protagonismo, supongo que como medio de perfilar las dispares personalidades de las protagonistas a través de su imagen. Como la vida misma, en realidad. Ahora, parece que todo ha quedado reducido a los modelitos extravagantes, la alta costura, las joyas y los zapatos.
Las cuatro protagonistas, representantes de cuatro formas distintas de vivir como mujer en una ciudad contemporánea, ahora no son más que caricaturas de sí mismas, reducidas a la mínima expresión de lo que empezaron siendo. Charlotte, el ama de casa agotada amenazada por una canguro que no sabe lo que es un sujetador; Miranda, la madre trabajadora que se siente culpable por no poder ir al concurso de ciencia del colegio de su hijo; Samantha, la eterna soltera que se resiste a envejecer o parecer vieja; y Carrie, la fashion victim que se chapa la revista Vogue y aún le queda tiempo para escribir libros sobre relaciones. La que era la quinta protagonista de la serie, la ciudad de Nueva York, es completamente ignorada, lo que supone, a mi entender, un gran fallo.
Coco Chanel dijo una vez “En cuanto a accesorios, quítate lo último que te hayas puesto”. Estoy de acuerdo con ella. Sarah Jessica Parker y compañía deberían quitar esta película de su filmografía. Sexo en Nueva York 2 no tiene ni estilo ni clase. La clase se encuentra en la sencillez, en la mesura. Con esto no estoy diciendo que SENY 2 sea compleja, pero tampoco sencilla. Es simple, que no es lo mismo.
El slogan de la primera película fue Get Carried Away -"Encarrílate" en español-, pero en la segunda parte yo diría que se descarriaron completamente del espíritu original de la serie.