Doppelgänger
es un término alemán que sirve para designar al doble o gemelo
malvado de una persona. Su origen etimológico viene de doppel,
que significa doble, y gänger, andante. Lo he descubierto a través de dos fuentes de mitología de indiscutible
rigor: The Vampire Diaries y Wikipedia.
El
del doppelgänger es un tema que me fascina. Me gusta fantasear con la
idea de encontrarme un día con el mío, con mi opuesto, cómo sería
la experiencia, qué haría. Lo primero: me quedaría embobado
mirándole, observando el rostro que hasta entonces creía tener solo
yo. Después le pediría consejo, porque el doppelgänger es como yo,
pero más listo, porque él es mi alter ego maligno, y una persona
maligna no sufre, en tanto en cuanto es ella la que causa el
sufrimiento de los demás. Yo no quiero hacer sufrir a nadie, pero
como en esta vida jodes o te joden, es bueno saber cómo sacar tu
lado malo a pasear si la situación lo requiere.
Precisamente el
otro día bromeaba con Eloy sobre la posibilidad de que haya suelto
por el mundo un doble suyo, asegurándole que, en caso de ser cierto,
él sería el doppelgänger, y el otro Eloy sería el doble bueno. No
es que Eloy sea malvado, pero sí malo en dosis que hacen de él
alguien carismático, de afilada respuesta. Todo un personaje, no por
ello peor persona.
Me
he propuesto ser mi propio doppelgänger. Uno más descafeinado que el
del folklore y la ficción, eso sí, pero la misma idea.
A
partir de ahora, cada vez que me enfrente a mi reflejo, dirigiré la
mirada a esos ojos iguales a los míos, frunciré el ceño en señal
de desafío, y sonreiré con descaro, mostrando una confianza
renovada, haciendo ver un cambio que era necesario. Dejaré el
sentimiento de culpa y abrazaré la sensación de seguridad que
constituye la esencia de ese nuevo yo al que tanto temía. Después
de todo, la luz solo se hace donde hay oscuridad.