sábado, 6 de marzo de 2010

Una noche para recordar

Ayer fue una noche para recordar. Debió serlo, porque no me acuerdo de nada. Corrosivos rayos de luz se cuelan por los agujeros de la persiana medio subida. Me revuelvo en la cama, buscando con una mano la manta que mis piernas inquietas apartaron mientras dormía. La jaqueca se hace notar dentro de mi cabeza, primero como una bofetada, inmediata y dolorosa; después, como una serie de pinchazos que hacen de estar despierto una tortura. Deseo quedarme dormido de nuevo, pero sé que eso no va a pasar, así que hundo mi cara en la almohada, gimiendo y balbuceando incoherencias que ni yo mismo entiendo, aunque sea el que las pronuncia. Me gustaría entender por qué sigo haciéndome esto.
Mi madre me llama desde el quicio de la puerta. Si tuviera fuerzas para levantar la mirada, vería una mirada acusadora, un juicio totalmente acertado de mi comportamiento de las últimas semanas. Con una delicadeza inmerecida, me pregunta si me voy a levantar para desayunar. Yo le respondo de mala manera. Muy mala manera. Ella arrima la puerta con cuidado y desaparece.
Me gustaría entender por qué sigo haciéndole esto.

El distante sonido de platos y cubiertos son la evidencia de que ha comenzado un nuevo día, mientras yo sólo quiero que termine. La boca todavía me sabe a ron. Al notar el regusto al licor que horas antes resultaba demasiado delicioso para dejar de beberlo, me viene una náusea. Al remanente de alcohol se solapa un sabor a muchos cigarrillos fumados en poco tiempo. Mi cuerpo, cada milímetro de él, me da asco.

Saco fuerzas para incorporarme y comprobar qué hora es. 14:12. Supongo que volví a quedarme dormido. Me dejo caer de nuevo sobre la cama, el único lugar en el que merece la pena estar. Los días de fiesta deben terminar, me digo. Me dejé llevar un poco al terminar los exámenes, muy bien, pero todo tiene un límite. Resoplo cínicamente, ante la vacuidad de esa promesa. Vuelvo a mirar el reloj. 14:13. Un minuto menos para que llegue la noche. Un minuto menos para olvidarlo todo.

9 comentarios:

Silvia dijo...

Un minuto menos.. un minuto menos.. en los que no sabemos en que momentoe estallara la cabeza!

Se lo que es eso, se como se siente... me ha encantado la descripcion, me he imaginate a tu madre en la puerta, preopada... quizá un poco enfadada... (bueno en realidad me he imaginado a la mía jejeje)

Muy buena acutaclizacion!
Besos,
=D

Edgardo G. dijo...

Mmmm.. Pero si no lográs entender por qué te/se lo estás haciendo, ¿no sería mejor no hacerlo? O quizás yo soy demasiado racional y no me gusta hacer cosas que no entiendo, jaja! Espero que ya estés bien. ¡Un abrazo! :)

Cris dijo...

A rachas muy responsable y a rachas muy destroyer. Chico, pon punto medio :P

Besos!

Marcos Loopez dijo...

hum de fiesta y luego sentirse culpable mal rollo :( ...animos

Anónimo dijo...

Pero cuanto duro la fiesta? no esta mal salir y divertirse, pero con un poco de cabeza cariño, que la noche puede ser my mala compañera si le sumas alcohol..

Un beso cielo

Sabela Senn Lozoya dijo...

Me encantaría tener la edad y la madurez suficiente como para que me dejasen decidir por mi misma que días salgo y cuales no.
No lo desaproveches, es toda una liberación que tiende a olvidarse pronto :)

ÁFRICA dijo...

Hola amigo glogero, espero que ya estés levantado.
En realidad esas salidas nocturnas son una mala gripe que hay que pasar.

Ismael U. V dijo...

Uhmmm yo coincido en que la cama, sin dudas es un refugio indiscutible.
Salu2

Maria Paula Villanueva dijo...

Recuerdo como si fuera hoy lo que es tener 20 años, que hermosa época!
http://lunaalreves.blogspot.com