Día de Todos los Santos, Víspera de Difuntos, 1º de noviembre… Son muchos los nombres que se usan en la actualidad para referirse al viejo Samhain, la festividad de origen celta consagrada al recuerdo de nuestros muertos, tradición que ha perseverado hasta nuestros días. Pero últimamente uno de ellos se ha estado escuchando con más frecuencia que sus análogos. Me refiero a Halloween, otro término entre tantos que hemos importado de nuestros vecinos ingleses, referido a una idea mucho más festiva que la solemne festividad a la que los españoles estábamos acostumbrados.
Todos los Santos se caracterizaba por ser una jornada de recogimiento donde las familias se reunían para acudir al cementerio con el fin de visitar la tumba de sus seres queridos, cambiarle las flores resecas y mostrar sus respetos a aquellas personas que ya no están con nosotros. Durante todo el día se podía sentir cierto aire de melancolía, talvez producido por el recuerdo colectivo de aquellos a quienes perdimos, como si dichos pensamientos impregnasen el ambiente de las calles causando un contagio generalizado de cierta tristeza.
Sin embargo, ésta no es la única manera de festejar el primer día de noviembre. Poco a poco hemos recogido de los países anglosajones un cúmulo de símbolos que han logrado cambiar el concepto de este día hasta darle la imagen que hoy conocemos. En los escaparates de las tiendas vemos calabazadas con rostros fantasmales dibujados en ellas, dibujos de brujas pirujas y vampiros sanguinarios; los padres acompañan a sus hijos en busca del disfraz más espeluznante para acudir a las fiestas organizadas en los colegios y las tiendas de caramelos hacen su agosto, vendiendo más provisiones que en cualquier otra época del año.
En cuanto a los jóvenes, para quienes el día de difuntos pasaba desapercibido, ahora esperan Halloween como una de las noches más divertidas del año. Uno de ellos es Eloy, mi compañero de piso, que dedicó las primeras semanas del curso a organizar una fiesta donde la puesta en escena fue el principal reclamo para sus invitados. Murciélagos de cartulina, velas en las esquinas y telarañas artificiales constituyeron el decorado de nuestro piso durante una noche en que olvidamos nuestra identidad para convertirnos en un icono de la mitología fantasmal del siglo XXI. El anfitrión –disfrazado de gato negro- recibió a murciélagos, fantasmas, vampiros y demás fauna nocturna que ocuparon nuestra morada hasta bien entrada la noche. Yo, vestido de rojo y negro como un diablo de la vieja escuela –con cuernos, cola y tridente-, observaba cómo nuestro piso se había convertido en una casa de los horrores mientras analizaba este fenómeno cultural y la rapidez con que se había implantado en nuestra sociedad. Era cuestión de tiempo que, el sector de la sociedad más proclive a la asimilación de nuevas formas de consumo –léase, la juventud- tomase Halloween como su nueva festividad.
Muchos opinan que éste no es más que otro ejemplo de cómo las culturas extranjeras consiguen contaminar nuestro propio bagaje, como otra manera de demostrar su afán imperialista; en mi opinión se trata de una visión exagerada y absurda de algo que lleva sucediendo desde que el mundo es mundo. Los países nos nutrimos de lo que nos ofrecemos los unos a los otros, se trata de un intercambio de ideas y tradiciones, fenómeno facilitado por el mundo globalizado en que vivimos.
No olvidemos que, después de todo, nuestros antepasados permanecen en nuestro pensamiento y seguimos cambiando las flores marchitas de sus tumbas. Lo único que ha cambiado es que, al caer la noche, jugamos a ser demonios, brujas y fantasmas antes de dar comienzo a otro día ordinario, donde nuestro único disfraz es la ropa escogida para marcar nuestra identidad, la que utilizamos para camuflarnos entre otro tipo de demonios, brujas y fantasmas.
2 comentarios:
gracias ;)
LA VERDAD ES QUE HE ESTADO LEYENDO ALGUNOS DE TUS TEXTOS Y SON MUY BUENOS, ESTAMOS EN CONTACTO :)
jopetas álvaro, cuanto nuevo has puesto! estoy desconectadísimo de tu blog, jejeje, no me da tiempo a leerlo antes de irme a clase q me quedan 3 minutos! jeje. Al volver lo hago con calma q me gusta leerlo con tranquilidad. muaaaaaaa
jesu
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