jueves, 6 de diciembre de 2007

Amor a ninguna vista


Imagen: Magritte, Los Amantes.

Es curioso como una pintura creada en la primera mitad del siglo XX pueda ejemplificar de forma tan precisa en modo en que se entienden las relaciones de pareja durante nuestro tiempo.
Dos personas se conocen en un bar, se miran, se gustan, empiezan a hablar de trivialidades, apenas recuerdan sus nombres y acaban conociéndose sexualmente en el apartamento de uno de los dos. Al día siguiente aquel encuentro no fue más que un desahogo momentáneo, como beber algo frío un día caluroso que te refresca en el momento, pero minutos después vuelves a estar igual, tan acalorado como al principio. Porque, ¿qué sabemos realmente de las personas con las que nos relacionamos, de las personas que queremos? ¿De verdad deseamos quitar esa tela que cubre el rostro de la otra persona?
En realidad, consciente o inconscientemente, hacemos todo lo posible por no dejarnos ver tal y como somos. No hasta que encontramos a la persona adecuada e incluso en ese caso tendemos a estropearlo todo disfrazando la verdad y engañando al ojo humano. Porque ésta es la clave. Tenemos miedo de que conocer a alguien en profundidad, pero nos aterroriza aún más que alguien nos conozca a nosotros.

domingo, 6 de mayo de 2007

Todo sobre las Madres


Todos sabemos que el origen del Día de la Madre no difiere del de otros días "especiales" como San Valentín, pero es inegable el hecho de que la figura a la que se rinde homenaje bien se merece una mención especial en el calendario.
La madre es aquella persona que nos trae al mundo entre angustia y dolor, ella es nuestro primer hogar antes de formar oficialmente parte de la vida, mamá es la persona que más nos va a querer en el mundo y la que hace todo "por nuestro bien".
También hay mamás que viajan a otro país en nuestra busca. Porque madre es la que nos alberga nueve meses, pero mamá es a quien queremos de corazón.
Cuando somos pequeños queremos que mamá nos arrope y nos lea un cuento, más tarde nos peleamos con ella porque insiste en que nos pongamos esa ropa que tan poco nos gusta, pasan los años y hace con nosotros los deberes; y ya en el futuro lejano nos advierte contra esos "cuerpos extraños" que quieren unirse a la familia mediante una ceremonia y un banquete.
Hay tantos tipos de madres como formas de quererlas. Las hay que deciden abandonar su profesión para dedicarse en cuerpo y alma a nosotros, ignoran convenientemente sus sueños y esperanzas para centrarse en las de sus hijos. Ya no son ellas mismas, son las madres de alguien. Algunas madres se ven obligadas a entregar a su hijo una vez terminado su vínculo físico porque esperan que la sangre de su sangre tenga un hogar feliz y próspero que ella no podría ofrecerle. Ellas son las valientes, las que prefieren llorar por la ausencia de sus hijos antes que hacerles sufrir a ellos con la presencia de una madre incapaz. Hay madres que se resisten a perder su identidad como mujeres, así que siguen trabajando al mismo tiempo que dan a sus hijos el mismo amor que cualquier otra. Ellas son las fuertes, las indestructibles.
Son muchas más las que cada día se ganan a pulso el título de madre, de mamá, de mami. Y aunque haya un único día oficial para recordaros y rendiros homenaje, todos los días son vuestros. Por vosotras, por ti. Mamá.

viernes, 6 de abril de 2007

Correr hacia adelante


Llevaba diez minutos corriendo desde que había pisado el firme asfalto a la salida del apartamento de su novia o, mejor dicho, su ex novia.
Habría sido una escena de lo más normal en una soleada mañana de domingo, de no ser porque el improvisado atleta no vestía con la ropa adecuada para la actividad que había comenzado a practicar espontáneamente. Por el contrario, llevaba puesto un traje de chaqueta como tantos otros de los que usaba para ir a trabajar y unos zapatos de vestir que le causarían más de una molestia eventualmente.
Corría porque tenía miedo de lo que sentiría al detenerse, porque comenzaría a racionalizar la que había sido su última conversación con la que pensaba que era la mujer de su vida, porque descubriría que llevaba tiempo sospechando que aquel día estaba acercándose inexorablemente y él había preferido disfrazar la cruda realidad, como en otras ocasiones había terminado haciendo con tanta eficacia, al menos hasta que la herida terminaba por ser más grave de lo que se podía entrever y el parche sólo podía curar a corto plazo.
Al correr únicamente veía el recorrido que atravesaba y la gente que dejaba atrás. La única sensación que apreciaba era el viento soplando en su contra como si estuviera barriendo de su cuerpo toda la suciedad que sentía sobre sí mismo.
Esperaba que, así como dejaba atrás el espacio físico que nunca más visitaría y la persona a la que no volvería a abrazar, también quedara rezagada la frustración que comenzaba a crecer a causa de su sentimiento de culpa, no por haber hecho algo mal, sino por no haber hecho nada bien, por no haber sabido entender los sentimientos de la otra parte y rabia, también sentía rabia porque el convencimiento de que aquella persona no era para él, por mucho que así lo hubiera deseado, era más doloroso que el agotamiento en sus piernas, la presión en el pecho y las heridas que comenzaban a causarle el inadecuado calzado en sus gastados pies.
Desconocía cuánto tardaría en detenerse pero, al menos, durante ese tiempo se sentía seguro, porque su única preocupación era la de decidir si tomar el camino hacia la izquierda o hacia la derecha. Una cosa estaba clara, debía seguir hacia adelante, porque cada uno de los caminos que con ella había tomado únicamente habían traído dolor y desolación.
Su vida seguía, así como el camino que se definía ante sus ojos a medida que lo recorría, desde aquel instante, solo.

miércoles, 4 de abril de 2007

La joven Sacerdotisa



Había una vez una Suma Sacerdotisa de la Diosa. Ella todavía era joven cuando se convitió en superiora, pero su predecesora había muerto demasiado pronto y la orden se había visto forzada a bendecir a la elegida prematuramente, a pesar de sus reservas iniciales.
Desde que sus padres la habían enviado a aquella orden que ahora era su hogar esperando educarla en aquel culto tan antiguo como respetado, la joven siempre había soñado con convertirse en una sabia y querida superiora de la orden, un sueño que no tardaría en hacerse realidad.
Las otras sacerdotisas, ahora sus pupilas y protegidas, le pedían ayuda o consejo, y la joven líder no tardó en comenzar a comprender que había una ocasión para todo y, posiblemente, aquel no era el momento para que ella fuese una líder espiritual.
El primer año había pasado mucho más rápido de lo que habría podido imaginar y, sin advertir el cambio, se dio cuenta de que durante el transcurso de los días y las nuevas experiencias vividas, ella se había transformado en una adoradora de la Diosa realmente avanzada. Sus compañeras la respetaban y habían dejado de verla como la muchacha inocente y falta de experiencia que había sido una vez. Todas la veían como la mujer que había nacido en ella. Después de todo se sentían orgullosas de su nueva Suma Sacerdotisa.
Un día, cuando la superiora envejeció y consiguió aceptar su entrada en la fase de Anciana, escogió a una jovencita como su futura sucesora. La muchacha, tan sorprendida como asustada, confesó sus sentimientos a su maestra, y ésta, mostrando una dulce sonrisa en su veterano rostro, le respondió diciendo:
-Querida mía, no importa lo joven o inexperta que seas. En lo que concierne a tu sino, lo superarás. Y serás una magnífica hija de la Diosa, porque éste y no otro es tu destino.
Entonces, la nueva sacerdotisa dejó sola a su matriarca y continuó caminando sabiendo que sus miedos se esfumarían, que se convertiría en la buena Suma Sacerdotisa que debía ser. Porque todos tenemos un destino escrito y lo único que cambia es el camino que elegimos recorrer para alcanzarlo.

sábado, 31 de marzo de 2007

Buscar y encontrar



Hace tan sólo pocas horas he terminado de leer la nueva novela de Paulo Coelho, La Bruja de Portobello, cuyo argumento gira en torno a la vida de una mujer que, a pesar de tenerlo todo no se sentía feliz y, aún a riesgo de poner en jaque todo aquello que daba sentido a su existencia, decidió arriesgarse y comenzar una búsqueda interior que bien podría haber destruido los cimientos de su estabilidad física y emocional, así como de aquellos que formaban parte de su vida.
Me conmovió la determinación de esta mujer que prefería arruinar su vida antes que morir sintiéndose tan miserable como lo estaba siendo antes de descubrirse a sí misma. Ella recorrió el mundo en busca de respuestas, atravesó tantos caminos como diferentes lo eran entre ellos y finalmente encontró lo que buscaba, una definición de sí misma, del mundo.
El autor no utilizó el recurso de la tercera persona para narrar los hechos sino que estructuró la historia en los diferentes puntos de vista de las personas que formaban parte de la vida de esta mujer, la protagonista del relato. Gracias a este inteligente recurso podemos ver los hechos desde las perspectivas de los diversos personajes que entran y salen de la narración, haciéndose en el lector una idea más completa de la persona de la que se habla.
La búsqueda personal de la protagonista de esta novela no es más que una entre tantas y fascinantes historias de liberación interior que podemos encontrar en estos tiempos convulsos. Todos creemos que sabemos lo que queremos y hacemos lo posible por conseguirlo a lo largo de los años. Ir a la universidad, conseguir un empleo bien remunerado, casarnos y formar una familia. Tal vez lo que en realidad hacemos es construir el proyecto que creemos que es más satisfactorio para todos o, quizás, aquello que consideramos correcto y por tanto adecuado para nosotros.
Pero la verdad es que muchos no sabemos lo que queremos, incluso cuando estamos siguiendo el camino que nos hemos propuesto seguir mecánicamente. Estudiamos una carrera que entendemos como práctica, pero lo cierto es que tal vez nos gustaría embarcarnos en una aventura con gente desconocida y no lo hacemos porque creemos que no nos conducirá a nada, o nada bueno en realidad. Sin embargo, llegamos a la mitad de nuestra vida, un día cualquiera, nos miramos al espejo como cada mañana y nos damos cuenta de que no reconocemos a la persona que vemos, o no queremos creer que ese individuo cabizbajo sea uno mismo. Entonces echamos la vista atrás y recordamos aquel camino que no tomamos basándonos en un pragmatismo malentendido. Lloramos en silencio porque hemos perdido gran parte de nuestra vida y no hemos conseguido nada. No somos quien queríamos ser.
Pero yo pienso que nunca es tarde. Nunca se nos dejan de presentar oportunidades, nunca dejan de abrirse nuevos caminos, cada uno más oscuro que el anterior, pero que nos transmite más esperanza que aquel que está lleno de iluminación. Porque de aquello que vemos con claridad ya no podemos aprender nada nuevo, todo está a la vista de todos. Debemos aprender a ser nosotros los que encienden las luces, los que aprenden a encenderlas.
Yo animo a todo aquel que lea estas lineas a ser más valiente, a escucharse a sí mismo y a nadie más y a correr riesgos, porque ahí radica el secreto de la felicidad. Todos lo sabemos, el que no arriesga no gana.

lunes, 15 de enero de 2007

Terror en las Aulas

Supongo que no soy el único estudiante universitario que, en esta época del año, se siente agobiado, frustrado, inquieto, desanimado, suspicaz, cansado o desgastado pero, como yo sólo experimento mis propios sentimientos, es la única referencia que tengo.
Los profesores nos asedian con comentarios sobre el formato y modo de puntuación de los inminentes exámenes, los compañeros de clase están tan quemados como uno mismo, caminando como si nos hubiesen chupado la sangre antes de entrar en clase.
La ciudad, sea cual sea, está envuelta en un inquietante aura propia de una película sobre los asesinatos de White Chapel; parece como si de un momento a otro fuésemos a recibir la noticia de que uno de nuestros compañeros haya sido mutilado en un recóndito escondrijo de la facultad.
El aire nos sobrecoge con su gélido aliento cuando estamos desabrigados y, una vez nos hemos puesto la chaqueta, un sudor frío nos insta a deshacernos de las prendas más calurosas.
En mi caso, cuando decido volver al mundo que no está dentro de mi cabeza y compartir mi vida con personas que no han sido creadas por mi fértil imaginación, tengo la sensación de que cualquier ser humano a mi alrededor lo pasa mucho peor que yo durante estos inquietantes días de exámenes.
Supongo que tiene que ver con el hecho que lo poco que nos gusta a las personas jóvenes ser analizadas o juzgadas y, en definitiva, de eso se trata un examen.
De pronto los más elocuentes se quedan sin palabras y en el momento de la verdad los futuros eruditos no saben qué responder a las temidas preguntas.
Un consejo: no frustrarse hasta el punto de perder la respiración. El que nos acordemos de todo el temario no nos va a ayudar si no podemos recordar cómo respirar durante un examen.
Una forma de relajarse: ya que pinchar las ruedas del coche de un profesor parece que está considerado como un delito -¡Imagina!- la mejor terapia es el sexo y, para los que no les sea posible, siempre está la comida basura, una buena serie de TV a la que engancharse o un libro interesante.
Deseo mucha suerte a los que se examinen, yo me la deseo a mí mismo, y espero no ver a nadie en septiembre porque de ser así, eso querrá decir que yo estaré allí.