Antes de saber que yo sería un niño mis padres escogieron el nombre que me habrían puesto en caso de nacer niña.
Paloma. Esta mañana, en un taimado esfuerzo por desviar mi atención
de los libros de texto, me dio por imaginar la hipotética vida de
esa chica que no fue, sustituida a la razón de una naturaleza
caprichosa por el proyecto de hombre que soy yo.
Paloma
habría sido un bebé adorable, de esos que detienen admiradores y
reciben sus cumplidos con graciosa indiferencia. Abrumada por tantas
atenciones, habría pasado por la primera infancia en una prudente
discreción, buscando en los juegos solitarios la paz de la que fuera
privada tras su debut en el mundo. Se habría convertido en una niña
de mente inquieta, confusa en un cuerpo desgarbado que daría lugar a
una joven de belleza tan sutil como caleidoscópica sería su
personalidad.
Superada
su fase de individualismo habría avanzado con decisión a una
independencia que la definiría el resto de su vida. Al contrario que
su homólogo varón, ella habría atravesado las turbulencias de la
pubertad sin necesidad de cinturón de seguridad, superándolas
además mucho más rápido y con menos secuelas, pues ellas son el
sexo fuerte, de eso no hay duda. Asímismo, afrontaría su dispar
sexualidad como cualquier otro reto: de frente y sin ambages.
Llegaría
a ser una veinteañera resuelta y carismática, consciente de sí
misma en sus pros y sus contras, decidida a explotar en su propio
beneficio cada uno de ellos. Paloma, a sus prometedores veinticinco,
sería una chica realmente feliz; satisfecha, en cualquier caso. Ella
sería muchas cosas que yo no soy, que me gustaría ser. De muchas
otras, que a mí me definen, carecería por completo. Me gusta pensar
en ella como alguien real, en quien verme reflejado, a la que imitar;
un punto de referencia, y de apoyo. Un Álvaro en potencia. Yo habría
podido ser ella, de no haber sido porque he terminado siendo yo. Lo
que no significa que no exista. Paloma está, sin estar, en mi
imaginación, imprimiendo carácter a quien la naturaleza quiso que
fuera, un chico que piensa en su yo hipotético cuando debería
experimentar su yo real.
Paloma
me mira con esos ojos hundidos en energía y me dice: "No me
imagines porque ya existo. Soy tú, tonto."
9 comentarios:
La dualidad no sólo existe sino que es necesaria, se llame Paloma o Álvaro.
Te he hecho caso y me he apuntado a los premios. Te prometo mi voto cuando den el grito de ¡salida!
saludos
Para ser del sexo fuerte atravesé mal las turbulencias adolescentes...pero me emociona ver que gente de mi edad mas o menos nos ve así!
La verdad es que el final es lo que mejor te ha quedado, ha dado sentido (más) a todo lo previo :)
Creo que tienes más cosas en Paloma de lo que crees.
Sois dos con un sólo paracaídas. Uno sólo va a quedar volando a la deriva.
http://www.youtube.com/watch?v=G8EMjunsduk
me encanta el último párrafo!
Paloma no habrías sido tú.
Y eso no habría estado NADA bien.
Besotes adultescentes.
Imagina cómo te imaginaría a ti Paloma...
Además, seguro qeu con ella no tendríamos este blog. :)
(madre mía, te puedo prometer que esta entrada me ha matado >/<)
yo soy una Paloma con suerte en la adolescencia, la verdad. y todavía no he llegado más allá.
no llego a veinteañera, pero me quedo. (:
(bonito blog, de veras.)
Increible, me ha encantado la dualidad planteada.
Paloma es la otra parte del yo representado, puede que en algunos momentos Paloma sea la que piensa en ti.
La mujer y el hombre, el masculino y el femenino, el blanco y el negro... Paloma y Alvaro!
Publicar un comentario