Es jueves noche, lo que en mi piso significa tortilla de patatas, alitas de pollo y Gran Hermano. Eloy está tumbado en su sitio –una cama que usamos a modo de sofá adicional- tapado con su mantita roja y rezando para que su concursante más odiado sea expulsado; Alberto, a mi lado en el sofá propiamente dicho, aunque irónicamente más incómodo, mira con avidez la pantalla de la televisión, disfrutando de cada segundo. Yo, mientras tanto, espectador imparcial, analizo la situación generada en torno al programa de televisión, de la que saco una razón para ponerme a escribir.
El concursante más odiado ha salido de la casa de Guadalix de la Sierra. “El pueblo ha hablado”, le escribo a Ester, con la que estoy chateando vía Messenger, comentario que suscita en mi compi de clase y amiga una reflexión que va más allá del simple juego de “telerealidad”. El pueblo ha hablado, ciertamente, y ha decidido porque, del mismo modo que los encendidos vítores o abucheos sellaban el destino de los gladiadores romanos en el anfiteatro, los votos telefónicos de la audiencia deciden la permanencia del concursante en el programa de televisión.
Salvando la evidente distancia entre un escenario y otro, no deja de ser lo mismo. Una concurrida multitud, unida por el interés común en algo que no tendría porque concernirles, entregados al disfrute que supone ver las miserias ajenas, cuanto más míseras, menos ajenas.
La diferencia es evidente. En los tiempos del Imperio Romano, lo que levantaba las más bajas pasiones de los espectadores era la muerte en estado puro, la lucha más animal y despiadada en la que, cuanta más sangre brotase de los miembros de cada gladiador, más era el disfrute de quienes miraban desde el graderío.
Hoy en día es muy distinto. Las emociones humanas han sustituido al espectáculo sangriento. Lo que despierta el interés de la audiencia en nuestros días no es otra cosa que la humillación pública, las disputas verbales por culpa de una mal llevada convivencia, los insultos lanzados al enemigo con saña igual o mayor que la fuerza con que era enviado el acero de la espada al esclavo o cristiano de turno.
Algo hemos evolucionado, o tal vez no. Según se mire. Al fin y al cabo, ¿acaso deberíamos considerarnos más civilizados por haber sustituido la casquería por la desgracia? Bajo mi punto de vista, ésta no es más que otra muestra de lo poco que, en realidad, hemos avanzado. Seguimos siendo patricios romanos, aburridos del tedio de la vida diaria, que prefieren ver sufrir antes que ser los que sufren. La única diferencia es que ahora llevamos pantalones, las sandalias sólo las usamos en verano y, cuando antes era el dedo pulgar del emperador en que hacía del clamor popular un hecho, ahora lo hace la voz de Mercedes Milá.
El concursante más odiado ha salido de la casa de Guadalix de la Sierra. “El pueblo ha hablado”, le escribo a Ester, con la que estoy chateando vía Messenger, comentario que suscita en mi compi de clase y amiga una reflexión que va más allá del simple juego de “telerealidad”. El pueblo ha hablado, ciertamente, y ha decidido porque, del mismo modo que los encendidos vítores o abucheos sellaban el destino de los gladiadores romanos en el anfiteatro, los votos telefónicos de la audiencia deciden la permanencia del concursante en el programa de televisión.
Salvando la evidente distancia entre un escenario y otro, no deja de ser lo mismo. Una concurrida multitud, unida por el interés común en algo que no tendría porque concernirles, entregados al disfrute que supone ver las miserias ajenas, cuanto más míseras, menos ajenas.
La diferencia es evidente. En los tiempos del Imperio Romano, lo que levantaba las más bajas pasiones de los espectadores era la muerte en estado puro, la lucha más animal y despiadada en la que, cuanta más sangre brotase de los miembros de cada gladiador, más era el disfrute de quienes miraban desde el graderío.
Hoy en día es muy distinto. Las emociones humanas han sustituido al espectáculo sangriento. Lo que despierta el interés de la audiencia en nuestros días no es otra cosa que la humillación pública, las disputas verbales por culpa de una mal llevada convivencia, los insultos lanzados al enemigo con saña igual o mayor que la fuerza con que era enviado el acero de la espada al esclavo o cristiano de turno.
Algo hemos evolucionado, o tal vez no. Según se mire. Al fin y al cabo, ¿acaso deberíamos considerarnos más civilizados por haber sustituido la casquería por la desgracia? Bajo mi punto de vista, ésta no es más que otra muestra de lo poco que, en realidad, hemos avanzado. Seguimos siendo patricios romanos, aburridos del tedio de la vida diaria, que prefieren ver sufrir antes que ser los que sufren. La única diferencia es que ahora llevamos pantalones, las sandalias sólo las usamos en verano y, cuando antes era el dedo pulgar del emperador en que hacía del clamor popular un hecho, ahora lo hace la voz de Mercedes Milá.
13 comentarios:
Jajaja! Me mata la comparacion! Pero si, estas en lo cierto Alvaro, si eso es una evolucion que poco hemos evolucionado no?
A mi parecer el proceso evolutivo es un proceso personal, creo que si todo el mundo se ocupara de su propia evolucion de pronto nos sorprenderia descubrir todo el potencial que en verdad tenemos.
Buen posteo!
Salut!
Yo soy de la opinión de que el ser humano poco puede cambiar, porque poco más somos que animales y como tales nos movemos por instinto antes que por otra cosa. Somos más sofisticados que los animales en nuestras necesidades y en la forma de satisfacerlas, pero las primeras permanecen inmutables en el tiempo. La única manera de que la humanidad avance de verdad es ser consciente de esto.
Es que desde el S.VI A.C. poco hemos evolucionado en lo fundamental.
Seguimos con la filosofía griega a la que se le añadió el derecho romano y el cristianismo.
¿Todo lo demás? Matar el tiempo... y poco más.
John W.
nunca había visto gran hermano desde esta perspectiva...
un beso.
Has hecho un buen símil... disfrutar con las miserias del otro suena fuerte, pero es tan real (o telerreal xD) como la vida misma...
En fin, que hay cosas que no entiendo.
Bicos! xD
jajaja!!! sí, yo he pensado lo mismo muchas veces!!! Realmente, no hemos avanzado. Siempre se confunde avanzar con evolucionar. Hemos evolucionado a un estadío mas light que el propio circo romano, pero seguimos siendo animales que disfrutamos con las desgracias y vidas ajenas, por ello, seguimos en el mismo paso, no hemos avanzado.
Bueno, no sigo, porque me apasiona el tema xD
Un abrazo!!!
Siento mi ausencia, he estado enferma, esto de la gripe A nos masacra, pero creo que mi recuperación va por buen camino. Me han encantado las tres entradas que me he perdido. Y por supuesto me sigue enamorando la forma de escribir que tienes. Directo, al grano. Es perfecto :)
Interesante comparación...
Sigue siendo circo. La misma mierda.
Buena comparación
me interesó mucho tu blog
felicitaciones
espero que me leas!
Me encanta tu blog.
Tus historias y todo tu ambiente.
Ideal e irrepetible.
Nos vemos, amigo.
Y el pueblo sigue dormido en su temor a evolucionar....
Abrazos, besos,
ian^^
Joder tio no sé como lo haces pero me encantan tus entradasy está especialmente. No es la primera vez que me he planteado cosas como las que dices. La humanidad está claro que en este apecto no ha evolucionado prácticamente nada por eso tenemos que buscar nuestra evolución personal y eso empieza por no ver programas que emboten la mente :) Evita contaminarte!
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