Hace unos días tuve la oportunidad de ir al teatro con mi amiga Carmela, la "pija alternativa", como me he referido a ella en anteriores publicaciones.
Y luego dicen que la juventud no se interesa por la cultura. Para ser honesto, he de decir que teníamos entradas gratis, pero eso no le resta mérito al hecho mismo.
Y luego dicen que la juventud no se interesa por la cultura. Para ser honesto, he de decir que teníamos entradas gratis, pero eso no le resta mérito al hecho mismo.
Desde que tengo uso de razón, el teatro más viejo de mi ciudad se ha utilizado como sala de cine, así que, aunque no era mi primera vez en el teatro, sí que lo era para ver una obra de teatro. Puede parecer una tontería, pero yo estaba totalmente exultante, tal vez por la emoción producida por toda nueva experiencia. Mientras tanto, Carmela no paraba de pensar en lo que haría de su vida a partir de octubre. ¿Viajaría a Londres a estudiar inglés? ¿Se quedaría en Santiago para empezar una segunda carrera? Si elegir una carrera ya es una decisión difícil, el plantearse qué hacer una vez graduada está a un nivel mucho mayor. Como único consejo, le dije que se limitase a disfrutar de la obra. Sus problemas seguirían en su sitio cuando se cerrase el telón.
Se trataba de Días de vino y rosas, que giraba en torno a una pareja -interpretada por Carmelo Gómez y Silvia Abascal- y el pulso que ambos le echan a su alcoholismo. Toda la obra se desarrolla en una sucesión de idas y venidas de los dos protagonistas, unas veces optimistas ante la vida -o eso parece- y otras bajo el hoyo cavado con sus propias acciones.
Como primera experiencia en el teatro no podía haber escogido una obra mejor. Tanto los momentos alegres como los de dramatismo me llegaron con una intensidad mayor que la vivida estando delante de una pantalla, al fin y al cabo todo sucede delante de ti, como si fueras el espectador casual en una pelea de pareja en medio de la calle. Todo es más desagradable, más incómodo y nos toca de cerca de un modo que el séptimo arte nunca podría conseguir. La implicación es mayor porque la sensación de realidad también lo es.
Todo empieza como una comedia ligera. Él y ella se conocen en un aeropuerto. Ella, que por entonces todavía es abstemia, se deja convencer para brindar con un poco de licor y acaba viajando con él hasta el destino que los unirá de ahí en adelante. El tiempo pasa y la pareja de enamorados se casan y tienen un hijo, son la definición de felicidad. Este idílico periodo termina cuando nos damos cuenta de la fina línea que separa la afición a la bebida -entendida como actividad social- del alcoholismo puro y duro.
Al término de la representación, una idea saltó en mi cabeza. Eso es la vida, ni más ni menos. Nuestra vida puede pasar de comedia a drama en un abrir y cerrar de ojos, por la mitad se vuelve trágicamente cómico y cómicamente trágico, y al final no sabes si has llorado más de lo que has reído. Como una obra de teatro.
Mientras los demás espectadores salían intercambiando impresiones sobre la obra, Carmela y yo mirábamos el reloj y, dubidativos, nos preguntábamos si nos daría tiempo a cenar antes de empezar a beber los mojitos que nos esperaban en la casa de ella. Al fin y al cabo era viernes. Y el viernes , ya sea para llorar las penas o para celebrar las alegrías, se sale.
Se trataba de Días de vino y rosas, que giraba en torno a una pareja -interpretada por Carmelo Gómez y Silvia Abascal- y el pulso que ambos le echan a su alcoholismo. Toda la obra se desarrolla en una sucesión de idas y venidas de los dos protagonistas, unas veces optimistas ante la vida -o eso parece- y otras bajo el hoyo cavado con sus propias acciones.
Como primera experiencia en el teatro no podía haber escogido una obra mejor. Tanto los momentos alegres como los de dramatismo me llegaron con una intensidad mayor que la vivida estando delante de una pantalla, al fin y al cabo todo sucede delante de ti, como si fueras el espectador casual en una pelea de pareja en medio de la calle. Todo es más desagradable, más incómodo y nos toca de cerca de un modo que el séptimo arte nunca podría conseguir. La implicación es mayor porque la sensación de realidad también lo es.
Todo empieza como una comedia ligera. Él y ella se conocen en un aeropuerto. Ella, que por entonces todavía es abstemia, se deja convencer para brindar con un poco de licor y acaba viajando con él hasta el destino que los unirá de ahí en adelante. El tiempo pasa y la pareja de enamorados se casan y tienen un hijo, son la definición de felicidad. Este idílico periodo termina cuando nos damos cuenta de la fina línea que separa la afición a la bebida -entendida como actividad social- del alcoholismo puro y duro.
Al término de la representación, una idea saltó en mi cabeza. Eso es la vida, ni más ni menos. Nuestra vida puede pasar de comedia a drama en un abrir y cerrar de ojos, por la mitad se vuelve trágicamente cómico y cómicamente trágico, y al final no sabes si has llorado más de lo que has reído. Como una obra de teatro.
Mientras los demás espectadores salían intercambiando impresiones sobre la obra, Carmela y yo mirábamos el reloj y, dubidativos, nos preguntábamos si nos daría tiempo a cenar antes de empezar a beber los mojitos que nos esperaban en la casa de ella. Al fin y al cabo era viernes. Y el viernes , ya sea para llorar las penas o para celebrar las alegrías, se sale.
13 comentarios:
Vaya! qué casualidad, yo fui anoche al teatro, aprovechando que estoy en Madrid :) Aunque mi obra no fue gratis eh :P jeje.
Y estoy de acuerdo contigo, eso de que a la juventud no le interesa la cultura es un mito... Somos muchos os q nos movemos por estos lares.
Un abrazo!!!
Pues yo no he visto la obra, pero ver a Silvia Abascal es algo que siempre está bien. Y claro que la vida pasa de la comedia al drama continuamente... por eso hay que ser rubio :D
Lo del alcoholismo me da un poco de miedo... estaré yo a punto de caer en sus garras o llevaré años alcoholico perdido sin saberlo...
Justo antes de leer este post estaba pensando a quién engañar para ir de fiesta... ¡Con lo que me apetecen unos cubatas ahora!
Considero que el teatro supera al cine en muchísimos aspectos, a pesar de no ser tan popular y no mover tanta pasta como se mueve con el cine... Creo que se debería fomentar muchísimo más...
En fin, el paralelismo que estableces entre vida y teatro es buenísimo, y es que la vida es "puro teatro" xD
Saludos!!
Vaya vaya asik eres del Norte....me encantan esas playas, si viviera allí bajaría todos los días. Seguro que allí hay mucha tranquilidad :)
Leyendo tu post me han dado ganas de ver esa obra jaja a ver si viene a Murcia.
En fín en la vida no hay nada absoluto, una milésima de segundo lo puede cambiar todo. El ejemplo más claro : del amor al odio hay un solo paso.....
No nos pongamos en lo peor...siempre pueden cambiar las cosas a mejor :D yo creo que es una forma para que aprendamos a apreciar las cosas. "Sin lo amargo, lo dulce no es tan dulce". Las playas del sur ahora mismo están vacías y se está genial...en verano casi no piso la playa, con eso te lo digo todo.
La vida es tóxica... pero sólo a ratos.
El teatro no deja de ser una caricatura de la vida.
La vida es mucho mas sutil, dura, agria, grande, fantástica... todo es mucho mas que lo que parece en el teatro pareciendo muchísimo menos.
John W.
La última vez que pisé un teatro fue hace 4 meses, fui a ver a unos grandes artistas de aca de Argentina, creo que tambien son conocidos alli, Les Luthiers. No los habia visto antes en teatro, solo habia visto sus obras infinitvas veces en casa, alquilandolas, o por youtube.
Sin dudas el teatro es algo insuperable, nada es mejor que sentirse parte de la obra,el solo hecho de estar ahi mirando, te hace sentir que eres tan importante ahi como ellos, a fin de cuentas, no hay obra sin espectador.
Saludos como siempre, y buena fortuna
nunca se me hubiera ocurrido esa interpretacion acerca de lo del motor, pero es verdad, tienes mucha razon
quizás sea que no me puse a analizas bien todo el asunto
Es cierto que ir al teatro es una experiencia muy linda, yo hace bastante no voy, pero si me reflejo mucho en tus palabras, saludos.
Ojalá se extendiera más la cultura de ir al teatro... Aunque, siendo optimistas: colas que nos ahorramos y descuentos que ganamos!
VIVA LA CRISIS TEATRAL!
Days of wine and roses... no sé si sabes que soy violinista, y con esta publicación me has recordado esa maravillosa banda sonora que al ingual que la obra no tiene pérdida.
Me gusta, abofé que me gusta :)
Besos!
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